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El espasmo muscular o calambre (del fr. crampe, y este quizá del franco *kramp; cf. rampa)[1] es una contracción repentina, sostenida e involuntaria de un músculo o grupo de ellos, que cursa con dolor leve o intenso, y que puede hacer que dichos músculos se endurezcan o se abulten. Puede darse a causa de una insuficiente oxigenación de los músculos o por la pérdida de líquidos y sales minerales como consecuencia de un esfuerzo prolongado, movimientos bruscos o frío. En la mayoría de los casos es inocuo y desaparece al cabo de unos minutos (se lo conoce también como "tirón" muscular). El envenenamiento o ciertas enfermedades también pueden causar calambres, particularmente en el estómago. Suelen aliviarse o eliminarse realizando ejercicios de estiramiento de la zona afectada, descansando y, en casos más persistentes, tomando algún tipo de relajante muscular o antiinflamatorio.
En el caso de las personas que realizan mucho ejercicio o un ejercicio continuado es recomendable tomar bebidas isotónicas, que contienen los iones que necesitan los músculos para disminuir la fatiga o recuperarse antes. Los espasmos producidos en un cuadro de fibromialgia cursan de la misma forma, pero su recuperación es más lenta y casi siempre suele dejar contractura en la zona espasmada.
Se debe distinguir el espasmo de la contractura muscular. Esta última, aunque es también un acortamiento doloroso e involuntario de un músculo, es más duradera (su duración habitual es de entre cinco y diez días)[2] y menos dolorosa que un calambre muscular; además, el alargamiento o masaje no alivia los síntomas.[3] Causas posibles de una contractura son un sobreesfuerzo o movimiento brusco, malas posturas, la tensión nerviosa (estrés), ejercicio excesivo o sin calentamiento previo, y de forma menos frecuente, frío o deshidratación, fibromialgia, problemas psicoemocionales y otras patologías que causan bloqueo muscular.[4]