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Copista es la palabra que designa a una persona que reproduce libros a mano. De ahí su sinónimo, amanuense. También se utiliza para referirse a un pintor que reproduce obras de los grandes maestros de la pintura.[1] También puede referirse a uno de los diferentes tipos de empleados -probablemente el más desconocido-, que conforman el organigrama de una notaría.
Destaca su labor en la difusión del libro hasta la aparición de la imprenta de tipos móviles en el mundo occidental, a mediados del siglo XV. Un copista experimentado era capaz de escribir de dos a tres folios por día. Escribir un manuscrito completo ocupaba varios meses de trabajo. Esto solo en lo que se refiere a la escritura del libro, que posteriormente habían de ilustrar los iluminadores, o encargados de dibujar las miniaturas e iniciales miniadas (de minium, en latín, sustancia que producía el color rojo de la tinta, el más habitual en estas ilustraciones), en los espacios en blanco que dejaba.
Los utensilios más habituales que utilizaba el copista eran: penna (la pluma o péñola), rasorium o cultellum (raspador) y atramentum (tinta).