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En filosofía y teología natural, un argumento cosmológico es un tipo de argumento en el que la existencia de Dios como un ser único y trascendente se infiere a posteriori a partir del movimiento, causalidad, cambio, composición, temporalidad, contingencia o finitud respecto al cosmos como conjunto o de procesos dentro de él.[1] Tradicionalmente es conocido como el argumento de la primera causa,[2] y como el argumento causal,[3][4] incluso ha llegado a vérsele como un argumento cosmogónico.[5] Cualquiera que sea el término que se le emplee, el argumento cosmológico es más una categoría para distintos tipos de argumentos, en vez de un único argumento, que utilizan un patrón general de argumentación (Logos) con el que se infiere a partir de hechos particulares alegados al universo (cosmos) la existencia de un ser supremo.
El término y definición de «argumento cosmológico» fue dado por Immanuel Kant en su obra Crítica de la razón pura, donde distinguió tres tipos de argumentos para la existencia de Dios: ontológico (basado en el concepto a priori de Dios como "el ser más real", ens realissimum, sujeto de todos los predicados), cosmológico (basado en la necesidad de ser causa de todo lo existente) y físico-teleológico (basado en la evidencia de diseño en el orden del mundo).[6][7]
Las premisas básicas de un argumento cosmológico están regidas bajo el concepto de causalidad. La conclusión del argumento tiene como objetivo demostrar la existencia de una Primera Causa o Primer Principio, que subsecuentemente es dicho de ser Dios. La historia del argumento cosmológico se remonta a los tiempos de Aristóteles (c. 384-322 a. C.) con su Motor Inmóvil. Fue retomado por el neoplatonismo y el cristianismo primitivo y luego por la filosofía islámica antigua en los siglos IX y XII, y reintroducido a la teología cristiana en el siglo XIII por Tomás de Aquino en sus obras Suma teológica y Suma Contra los Gentiles. El argumento cosmológico está cercanamente relacionado al principio de razón suficiente de Gottfried Leibniz y a la máxima nada surge de la nada atribuida a Parménides.[8] Los defensores o formuladores históricos destacados del argumento cosmológico se encuentran: Aristóteles, Plotino, Avicena, Al-Ghazali, Maimónides, Tomás de Aquino, así como la mayoría de los pensadores adheridos al teísmo clásico.
El argumento fue objeto de debate por filósofos como David Hume con su crítica a la causalidad, y luego por Immanuel Kant con su crítica al concepto de «ser necesario».[1] Más adelante, el filósofo Bertrant Russell redujo el universo a un simple "hecho bruto" del cual su existencia no exige una explicación; «está ahí, y eso es todo».[9] Astrofísicos como Stephen Hawking reiteraron esta opinión.[1] Actualmente aún se sigue debatiendo la validez y solidez de estos argumentos, además de aportarse nuevas versiones. Entre los defensores contemporáneos se encuentran: William Lane Craig, Robert Koons,[10] Richard M. Gale, Alexander Pruss,[11][12] William L. Rowe[13][14] y Edward Feser.[15] Por otro lado, destacan los críticos: J. L. Mackie, Graham Oppy, Quentin Smith y Michael Martin.