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Virgen con el Niño o Madonna son las denominaciones convencionales para designar el tema artístico más frecuente en la iconografía del arte mariano y uno de los más tratados en todo el arte cristiano: la representación de la Virgen María junto con el Niño Jesús, su hijo.
Después de cierta resistencia y controversia inicial, la fórmula «Madre de Dios» (Theotokos) fue adoptada oficialmente por la iglesia cristiana en el Concilio de Éfeso, 431. La primera representación de Virgen con Niño que se conserva puede ser la pintura mural en la Catacumba de Priscila, Roma, en la que aparece la Virgen sentada amamanta al Niño, quien a su vez vuelve la cabeza para mirar al espectador.[3]
Las primeras representaciones consistentes de la Virgen Madre con su Hijo se desarrollaron en el Imperio de Oriente, donde, a pesar de la tendencia iconoclasta en la cultura que rechazaba las representaciones físicas como «ídolos», el respeto por imágenes veneradas (muchas consideradas milagrosas, algunas de ellas la tradición las suponía pintadas San Lucas)[5] se expresaba en la repetición de una estrecha gama de tipos muy convencionales,[6] los "iconos" (en griego «imagen»). En una visita a Constantinopla en el año 536, el papa Agapito I fue acusado de oposición a la veneración de la Theotokos y a la representación de su imagen en las iglesias.[7] Los ejemplos orientales muestran a la Virgen entronizada[8] (Nikopoia),[9] incluso portando la cerrada corona bizantina incrustada de perlas con colgantes, con el Niño Jesús en su regazo, como en los fragmentos de fresco de la Basílica de San Clemente inferior, en Roma.[10]
En Occidente, los hieráticos modelos bizantinos fueron seguidos estrechamente en la Edad Media, pero con la creciente importancia del culto a la Virgen en los siglos XII y XIII se desarrollaron una más amplia variedad de tipos para satisfacer la corriente de unas formas de piedad más intensamente personales. En las fórmulas usuales góticas y renacentistas, la Virgen María se sienta con el Niño Jesús en su regazo, o lo abraza. En las primeras representaciones la Virgen se encuentra entronizada (Maestà, Sedes sapientiae), y el Niño, plenamente consciente de su divinidad, alza su mano ofreciendo una bendición.
Esculturas góticas tardías de la Virgen con el Niño pueden mostrar a una Virgen en pie con el Niño en brazos. La iconografía varía entre imágenes públicas e imágenes privadas proporcionadas en una escala menor y que se pretendía que se dedicaran a la devoción personal en las habitaciones particulares: las representaciones de la Virgen amamantando al Niño («Virgen de la Leche») solían limitarse a esos iconos devocionales privados.
A menudo María y Jesús están rodeados por otros personajes, como San José (en este caso se habla de una Sagrada Familia). En una variación italiana del siglo XV se añade a la imagen un san Juanito (San Giovannino en italiano) mirándolos, esto es, San Juan Bautista de niño, puesto que era casi coetáneo de Jesús. También pueden aparecer otros parientes de la Virgen María como santa Isabel o santa Ana, o incluso otros santos (en sacra conversazione) elegidos por razones variadas, por ejemplo los santos tutelares de los comitentes de la obra, fuera un particular, una familia noble o regia, una institución religiosa o laica, o una ciudad.