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La corte, generalmente real o noble (Del lat. cors, cortis, o cohors, cohortis, cohorte), es un grupo de personas no necesariamente la familia y otras personas que acompañan habitualmente al rey o al noble.[1] En realidad, es un instrumento de gobierno más amplio que una corte de justicia, pues comprende un extenso grupo de personas centradas en un patrón que los gobierna por la ley. Un regente o virrey puede encargarse de la Corte por motivos de ausencia, minoridad o vacante de un soberano hereditario, e incluso un jefe de Estado electo puede desarrollar un entorno de tipo cortesano a través de asesores y "compañeros" no oficiales, elegidos personalmente, una posición elevada a estatus semioficial en el entorno de Alejandro Magno, basado en las convenciones persas. (Fox, 1973)
Los "compañeros" del rey en Inglaterra y Francia eran quienes "compartían el pan" y la mesa, y de hecho la Corte es una extensión de la "familia" de un gran personaje. Allí donde los miembros de la "familia" (no ligados forzosamente por lazos de sangre) y los burócratas de la administración coinciden en cuanto a personal, se puede hablar de una "Corte", bien sea en la Persia aqueménida, la China de la Dinastía Ming, la Sicilia normanda o el Papado antes de 1870 (véase Curia) o el Imperio austrohúngaro. Un grupo de individuos dependientes del patronazgo de un gran hombre, como ocurrió de forma clásica en la Roma antigua, forma parte del sistema de "clientelismo", discutido en el artículo sobre vasallaje.
Cada gobernante difería mucho en cuanto a gustos e intereses, así como en habilidades políticas y situaciones constitucionales. En consecuencia, algunos fundaron elaboradas cortes basadas en nuevos palacios, para que sus sucesores se retiraran a castillos remotos o a nuevos y prácticos centros administrativos. Retiros personales podían surgir lejos de los centros oficiales de la Corte.
La etiqueta y la jerarquía florecen en ambientes con una Corte altamente estructurada y pueden dejar rasgos conservadores a través de las generaciones.