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El lustre o brillo es una propiedad física que describe la manera en que la luz interactúa con la superficie de una roca, cristal, mineral o tejido y se refleja en ella.[1] Aunque los minerales con verdadero «lustre adamantino» no son frecuentes, dos ejemplos son la cerusita y el circonio.[1] Depende de varios factores, como son:
- Índice de refracción del mineral.
- Perfección en el pulido de las caras del cristal.
- Absorción que el mineral tiene de cada color.
La palabra lustre proviene del latín lux, y significa brillo o brillantez.
Se debe tener en cuenta que existen tres tipos de lustre o brillo:
- Brillo metálico, producido por sustancias opacas.
- Brillo no metálico, producido por sustancias transparentes. Dentro de este existen varios tipos de lustre, que de mayor a menor índice de refracción son:
- Adamantino: como el del diamante —de ahí su nombre—, referido al más intenso.[2]
- Resinoso: como el del ámbar, es un brillo intenso y de color amarillento.
- Vítreo: como el del cuarzo, es el más común en los minerales.[3]
- Graso: como el de las superficies de rotura del cuarzo.
- Nacarado: como el de la mica, algo iridiscente.
- Sedoso: como el del yeso, típico de los minerales de hábito fibroso.
- Húmedo: como el de la fluorita, que refleja muy poco la luz.
- Córneo: como la calcedonia, que casi no brilla.
- Terroso: como la bauxita, el que presentan los minerales que no reflejan la luz.
- Brillo submetálico, el de sustancias opacas cuando son gruesas pero que cuando se exfolian en láminas finas son transparentes.
Términos descriptivos usados en gemas incluyen vítreo como el vidrio; resinoso, como el ámbar; ceroso, como el jade; grasoso, como la esteatita; anacarado o perloso y sedoso.
El término también se utiliza para describir otros elementos con un brillo particular (por ejemplo, textiles como la seda y el raso, o metales).