En la
mitología griega Herao era un príncipe
arcadio, hijo de
Licaón. Fundó y dio nombre a la ciudad de Heraea, en la región de Arcadia, que entonces estaba muy despoblada.
Al igual que sus hermanos destacaba por su impiedad, hasta tal punto que el mismo
Zeus se dirigió a su palacio, disfrazado de mendigo o de agricultor, para comprobar si eran ciertos los rumores sobre sus atrocidades. Habiendo presenciado signos sobre la divinidad de su huésped, los hijos de Licaón decidieron asesinar a uno de sus hermanos (
Níctimo) y servírselo de cena, mezclado con entrañas de animales, para así comprobar si era o no un dios. Pero Zeus, dándose enseguida cuenta de lo abobinable del manjar, devolvió a la vida a Níctimo y fulminó con sus rayos a sus asesinos, o bien los convirtió en lobos.