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Un abogado o letrado es un jurista profesional que cuenta con una autorización estatal para ejercer o practicar el derecho. Un abogado ofrece asesoramiento y consejo jurídico, utilizando sus conocimientos para dirigir la defensa técnico-jurídica de una parte en toda clase de procesos y conflictos.[1]
La profesión del abogado tiene su origen en los oradores de la Grecia y Roma. Gradualmente, el enfoque de la profesión fue cambiando gradualmente de la retórica al derecho. Históricamente, la mayoría de abogados europeos gozaban del título «Doctor» o «Maestro»; hoy en día, se evita por lo general el uso de títulos honoríficos salvo en actos formales. La mayoría de países exigen estudios universitarios en Derecho y estar formalmente incorporado a un colegio de abogados. La abogacía es una profesión libre e independiente: ni los poderes públicos ni los particulares puedan presionar al abogado, que a su vez tiene la obligación de defender su libertad e independencia frente a estas presiones. La confianza que el cliente deposita en el abogado también le obliga a guardar discreción y secreto profesional de las informaciones que obtenga.
La amplia formación de los abogados les da una ventaja estructural en el acceso a la política, la diplomacia y la función pública.[2] Para perfeccionar el ejercicio la profesión, los abogados se forman en otras disciplinas como retórica, lógica, oratoria, economía, psicología, historia, filosofía, política, ciencias forenses, literatura, antropología, sociología y otras materias. Además, tienen la obligación de guardar las normas del colegio o corporación a la que estén incorporados, incluidos los principios éticos que rigen la profesión. Pueden orientarse hacia un perfil privado, como asesores y representantes de personas físicas y jurídicas, o bien hacia un perfil público, ligado al gobierno y la administración pública.[3]