La civilización micénica se ha dividido en tres períodos: 1) micénico antiguo (1600-1500 antes de Cristo, 2) micénico medio (1500-1400 antes de Cristo); 3) micénico tardío (1400-1100 antes de Cristo). Los reinos minoicos se convirtieron en los centros culturales. La acrópolis fortificada se convirtió en el centro de la vida social. Los restos más importantes de estos reinos son Micenas y Tirinto, ciudadela circundada por una amplia y fuerte franja defensiva, fortificada por murallas ciclópeas que encierran en su espesor de seis a doce metros galerías y casamatas. Está constituido por la sala del trono, un santuario y una sala grande compuesto de tres elementos. Este palacio representa un tipo arquitectónico distinto del cretense: al "laberinto" minoico se contrapone, en efecto, un complejo claramente ordenado. La escultura de grandes dimensiones estaba estrechamente ligada a la arquitectura y el ejemplo más significativo es el gran relieve de la puerta de los Leones, que es la entrada a la acrópolis de Micenas: la piedra que se apoya sobre el arquitrabe está adornada por un relieve que representa a dos leonas, símbolo de la protección de la divinidad y del poderío de la dinastía real. La pintura monumental conoció un desarrollo tan importante como en Creta. Los muros de los palacios estaban cubiertos de frescos que tenían relación con la tradición minoica. Influida por la pintura mural la cerámica revela una gran perfección técnica. Entre los mayores centros de producción se distingue la Argólides. Uno de los temas más frecuentes fue el pulpo. De la producción de orfebrería, había objetos de uso funerario (como las célebres máscaras de oro con los rostros de los difuntos). Entre los demás objetos se recuerdan anillos, collares de oro y las copas trabajadas en relieve. En el ámbito de la producción de metales merecen mencionarse los puñales hallados en Micenas, con incrustaciones de plata y oro: la decoración se extiende a la hoja y presentan espirales y escenas de caza.