Grotesco, adjetivo que deriva del italiano
grottesco (de las grutas) y designa, en
arquitectura, al estilo o adorno que imita la aspereza de las rocas. En general se aplica a las escenas o gestos ridículos,
chabacanos, vulgares o absurdos. El dramaturgo italiano
Luigi Pirandello utilizó el término como sustantivo para su propio estilo teatral nauralista que refleja una realidad entre cómica y trágica. En el
Río de la Plata (
Argentina y
Uruguay) se llama del mismo modo al teatro derivado del sainete y el vodevil. El primero es a su vez un tipo de representación de comienzos del siglo XX que muestra la vida de los inmigrantes en los inquilinatos (conventillos), con pinceladas caricaturescas debidas a la sorna con que los
criollos solían ver a italianos, españoles, rusos o árabes, llegados en oleadas desde los '80 del siglo XIX. Estos personajes se hacinaban cuartos baratos que generalmente compartían un patio. Algunos de los autores de sainetes eran sin embargo hijos de esos inmigrantes. La pieza más destacada de este estilo ha sido
El conventillo de la Paloma, de Alberto Vacarezza, cuyo escenario principal es precisamente el patio del inquilinato. En la década de los años '20, el dramaturgo Armando Discépolo introdujo un giro dramático y sombrío en el enfoque de esos ambientes y creó lo que él mismo llamó "
grotesco criollo". Las obras
Mustafá, Giácomo, Babilonia, Stéfano, Cremona y
Relojero, estrenadas entre 1921 y 1934, son tragicomedias representativas de una dramaturgia que influyó en autores posteriores, como Roberto Cossa, Osvaldo Dragún, Carlos Gorostiza y Griselda Gambaro. El
grotesco teatral guarda afinidad con el esperpento, forma dramática creada por el español Ramón del Valle Inclán, con obras como
Luces de bohemia y
Los cuernos de don Friolera. Del Valle Inclán explicó que el esperpento intenta mostrar la realidad en un espejo distorsionante para provocar la reflexión del espectador.