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Una hecatombe (en griego ἑκατόμβη, hekatómbê) designaba originalmente, en la Antigua Grecia, un sacrificio religioso de cien bueyes.
Popularmente se usa para señalar una gran catástrofe, con gran mortandad.
La palabra proviene de los términos del griego antiguo ἑκατόν, hekatón, «cien», y βοῦς, boũs, «buey». Muy pronto, el uso de la palabra se extendió a todo sacrificio con gran número de víctimas, independientemente del número de ellas y del tipo de animal sacrificado. Así, se encuentra en la Ilíada una hecatombe de doce bueyes, otra de cincuenta carneros, y, en la Odisea, una de ochenta y un bueyes.
El mito de Prometeo, contenido en la Teogonía de Hesíodo, nos narra cómo este titán engañó a Zeus dividiendo un buey sacrificado en dos partes, y pidiéndole al dios que eligiese entre ellas; el astuto titán había colocado en una parte todas las ricas carnes y vísceras, y en la otra solamente los huesos, pero cubiertos con las grasas para que pareciera gorda y suculenta; cuando el crónida (Zeus) cae en el engaño y elige esta última parte, Prometeo se queda con la carne y las vísceras del buey, que comparte con los humanos. Furioso, Zeus a partir de entonces obliga a los hombres a quemar grasa de animales, de donde nace esta nueva forma de comunicación con los dioses olímpicos.