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El jabón (del latín sapo, -ōnis, y este del germánico saipôn) es un producto que sirve para la higiene personal y para lavar determinados objetos.[1] Se puede encontrar en pastilla, en polvo, en crema o líquido. Se creó en el 2800 a. C.
El jabón básicamente es una sal sódica o potásica resultante de la reacción química entre un álcali (hidróxido de sodio o de potasio) y un lípido;[2] esta reacción se denomina saponificación. El lípido puede ser de origen vegetal (como el aceite de coco) o animal (como la manteca de cerdo). El jabón es soluble en agua. Por sus propiedades detersivas se utiliza para el lavado de ropa, corporal, etc.[3]
Los ácidos grasos que se utilizan como materia prima del jabón son los siguientes:
Luego, estos se combinan con cremas, perfumes y colorantes para darles vistosidad.
Tradicionalmente, es un material sólido. En realidad la forma sólida es el compuesto «seco», sin el agua que se emplea en la reacción mediante la cual se obtiene el jabón. La forma líquida es el jabón «disuelto» en agua. En este caso, su consistencia puede presentar distintas viscosidades.
Para preparar jabón antibacteriano, se pueden agregar compuestos como triclosán o triclocarbán. Existe cierta preocupación de que el uso de jabones antibacterianos y otros productos pueda fomentar la resistencia a los antimicrobianos en los microorganismos.[4]