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El kéfir (también, kefir, búlgaros, yogur búlgaro, leche kefirada; yogur de pajaritos, en Chile) es un producto lácteo parecido al yogur líquido, fermentado a través de la acción de un conjunto de levaduras (hongos) y bacterias (lactobacilos).[1] También reciben este nombre los gránulos o nódulos utilizados para su producción.
En el kéfir la lactosa de la leche se transforma en ácido láctico y se produce además dióxido de carbono y alcohol en pequeña cantidad (1% al 3%) ya que la leche fermenta mediante una reacción lacto-alcohólica, que se da en condición anaeróbica.[2] Existe bibliografía en la que se afirma que es procedente de la región del Cáucaso.
Los gránulos o nódulos de kéfir (llamados "píldoras de Mahoma", en Georgia) tienen un aspecto similar al de la coliflor pero son más blandos y gelatinosos; es una masa biótica que combina bacterias probióticas, levaduras, lípidos y proteínas (un ejemplo de simbiosis; véase Planeta simbiótico, de Lynn Margulis[3]) envuelta en una matriz polisacárida, denominada kefiran.[4] Los principales microorganismos que conforman este ecosistema microbiano presente en el kéfir son la bacteria Lactobacillus acidophilus y la levadura (hongo unicelular) Kluyveromyces marxianus, aunque varían según las regiones y métodos de cultivo.
La kombucha es otra bebida fermentada que no guarda relación alguna con el kéfir, a pesar de que muchas veces se confunden los términos debido a la errónea costumbre de denominar a la kombucha como “kéfir de té”; estando más estrechamente relacionados los tibicos de agua con los kéfir.