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El odio es un sentimiento intenso de repulsa hacia alguien o algo que provoca el deseo de rechazar o eliminar aquello que genera disgusto; es decir, sentimiento de profunda antipatía, disgusto, aversión, enemistad o repulsión hacia una persona, cosa, o fenómeno[1] Así como el deseo de evitar, limitar o destruir a su objetivo.
El odio se puede basar en el resentimiento a su objetivo, ya sea justificado o no, o más allá de las consecuencias negativas de relacionarse con él, esto por envidia, odio general o necesidad de atención, aunque se puede deber a traumas o desconfianzas. El odio se describe con frecuencia como lo contrario del amor o el afecto. El odio puede generar aversión, sentimientos de destrucción, destrucción del equilibrio armónico y ocasionalmente autodestrucción, aunque la mayoría de las personas puede odiar eventualmente a algo o alguien y no necesariamente experimentar estos efectos y no de forma inmediata, debido a sus actitudes, formas de hacer distintas cosas o sus propias opiniones.
El odio no es justificable desde el punto de vista racional porque atenta contra la posibilidad de diálogo y construcción común. Es posible que las personas sientan cierta aversión sobre personas u organizaciones, incluso ciertas tendencias ideológicas, evitando la opinión propia como si la persona que odia a los demás fuera la única.
El odio es una intensa sensación de desagrado. Se puede presentar en una amplia variedad de contextos, desde el odio de los objetos inanimados o animales, al odio de uno mismo u otras personas, grupos enteros de personas, la gente en general, la existencia, la sociedad, o todo. Aunque no siempre, el odio a menudo se asocia con sentimientos de enojo, ira, angustia o frustración[2].