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Marcelino, pan y vino es una película española dirigida por Ladislao Vajda en 1954. Se trata de uno de los mayores éxitos comerciales y de crítica en la historia del cine español, que excedió ampliamente los cánones del cine religioso imperante en la época.
Se basó en la novela homónima de José María Sánchez Silva. La película gira en torno a la historia de Marcelino, un niño expósito que es recogido por unos frailes franciscanos. Un día, mientras está orando ante un crucificado, este toma vida y comienza a comunicarse con Marcelino.
Tres escenas clave de la película fueron rodadas en La Alberca (Salamanca). Su Plaza Mayor sirve como escenario para la escena inicial, en la que el fraile narrador, Fernando Rey, baja al pueblo para contar a la niña enferma la historia de Marcelino; la escena del mercado, en la que Marcelino acaba subido a una cucaña tras provocar la estampida de una yunta de bueyes; por último, de vuelta al convento, pasan frente a la Ermita de San Blas de dicha localidad. Toda la ambientación relativa al convento está ubicada en la ermita del Cristo del Caloco en El Espinar (Segovia)[1] el cual cuenta con gran devoción en la comarca; las escenas referentes a la construcción del convento y a la Guerra de la Independencia se realizaron en la ermita de San Cristóbal, del pueblo de Aldeavieja (Ávila).
La figura del Cristo, sin embargo, no se corresponde con la del Caloco, sino que es una escultura del escultor Antonio Simont y en la actualidad se encuentra en el altar de la Capilla de Santa Teresa del Convento de las Carmelitas de Don Benito (Badajoz). Allí acabó por deseo de uno de los ingenieros de sonido de la película, Miguel López Cabrera, cuya hermana era monja en dicho convento.[2]