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El pecado venial, también llamado pecado leve, sería una negligencia, tropiezo o vacilación en el seguimiento de Cristo. El cometer pecados veniales, además, añadiría tiempo de purgatorio. En el sacramento de la penitencia o confesión, los cristianos no tienen la obligación de culparse por los pecados veniales, como sí la tienen con los mortales. El acto penitencial al inicio de la Eucaristía perdona solo los pecados veniales.
En la Teología moral católica, el pecado venial deja que la caridad siga existiendo en el hombre, constituyendo un desorden moral que está relacionado con la falta de amor, la violencia, la incredulidad, el rechazo y la burla, y no rompe la Alianza con Dios. “No priva de la gracia santificante, de la amistad con Dios, de la caridad, ni por tanto, de la bienaventuranza eterna”, y puede ser humanamente reparado por la gracia de Dios habiéndose arrepentido de él con un acto de contrición perfecta. (I Jn 5, 16-17) ("Si alguno ve que su hermano comete un pecado que no es de muerte, pida y le dará vida - a los que cometen pecados que no son de muerte pues hay un pecado que es de muerte por el cual no digo que pida-. Toda iniquidad es pecado, pero hay pecado que no es de muerte"). Sin embargo, hay que tener en cuenta que el pecado venial impide crecer al alma, que si no se atiende, poco a poco nos va haciendo más vulnerables al pecado mortal.