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Existen registros de piratas vascos desde el siglo XIV.[1] Existe ya una referencia que atestigua la existencia de piratas vascos de Bayona en 1303-1304 por parte del cronista florentino Giovanni Villani.[2] En el siglo XV la piratería vasca pasa al Mediterráneo apareciendo personajes como los vizcaínos Antón de Garay y Pedro de Larraondo que a comienzos del siglo XV asaltaron mercantes, práctica por la que fueron ejecutados. También son conocidos los nombres de Fortunato de Zarauz, Pero Pallá, Sancho de Buitrón y Pedro de Bayona.[1] Según Enrique Otero Lana, entre los siglos XVII y XVIII los vascos fueron hegemónicos en las actividades corsarias, contando el señorío de Vizcaya con 77 buques corsarios.[3] Se tiene noticia de que el pirata Martín de Irízar apresó en tiempos de Carlos V al bucanero francés Jean Florin.[4] Se conocen los nombres del donostiarra, Francisco de Illareta, del pasaitarra Miguel de Iturain y también Domingo de Albistur, Juan de Erauso, Juan de Lizarza, Pedro de Mondragón y Antón de Garay,[5] En el siglo XVIII renace la piratería vasca bajo la forma del corso, con figuras como la del marino de Rentería Vicente Antonio de Icuza y su lugarteniente Joaquín Mendizábal, que obtuvieron la patente de corso en 1765.[1]
Laburdi tenía en 1635 alrededor de 4500 marinos. A la disminución del auge de la pesca ballenera en el s. XVII correspondió el florecimiento de las pesquerías bacaladeras. A comienzos del siglo un ballenero laburdino perdido descubrió las islas Spitzberg donde consiguió abundante pesca hasta tal punto que San Juan de Luz se organizó, desde 1613, para ejercer esta industria. Pero ingleses y holandeses comienzan por esas fechas a perturbar el monopolio vasco del aceite de ballena. Se atribuye a F. Sopite, de Ziburu, la invención de un método de fundir la grasa a bordo que tuvo gran difusión, lo cual aminoró el perjuicio de verse expulsados de las pesquerías que los laburdinos, como el resto de vascos costeros, habían establecido en Islandia, Groenlandia y Terranova.
El corso en la que Laburdi alcanzó fama internacional dando ocasión a que se le haya dado una etimología popular a su nombre (lapur-di: lugar de ladrones). El tratado de Utrech en 1713 y el de París de 1763 pusieron fin al comercio exterior salvo con las Antillas y Santo Domingo. A la actividad comercial legal sustituyó durante estos dos siglos un floreciente corso que prosiguió, incluso, después de la Revolución. Fue en 1903 cuando una comisión nombrada por el ministro de asuntos exteriores francés recibió el encargo de redactar la lista nominal de los "combatientes franceses que participaron entre 1778 y 1783, en la Guerra de Independencia Americana", basándose en los documentos conservados en los archivos nacionales y en los archivos del ministerio de la guerra. Se pueden leer los nombres de los marinos de esta región, y los de los inscritos en los acuartelamientos de Bayona y San Juan de Luz.