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El Segundo Imperio francés (en francés, Second Empire français) es un término historiográfico usado para designar un periodo de la historia de Francia comprendido entre 1852 y 1870. El nombre oficial del régimen fue, sin embargo, Imperio francés (Empire français), el término "segundo" se usa para diferenciarlo del Primer Imperio francés, establecido a inicios del siglo XIX por el general, y luego emperador, Napoléon Bonaparte.
El Imperio fue proclamado el 2 de diciembre de 1852 (aniversario de la coronación de Napoléon I) cuando el primer y único presidente de la Segunda República, Luis Napoleón Bonaparte, se convirtió en Napoléon III, emperador de los franceses (Empereur des français). Aunque un año antes, el 2 de diciembre de 1851, Luis Napoleón Bonaparte ya había dado un golpe de Estado, disuelto el parlamento, adquiriendo el cargo de prince-président (príncipe-presidente). La proclamación del Imperio fue aprobada por el Senado (7 de noviembre), depurado de cualquier oposición republicana o monárquica, y ratificada mediante un referéndum popular (21-22 de noviembre).[1]
Si bien al principio el Imperio se caracterizó por limitar las libertades individuales y los derechos civiles, censurar la prensa, limitar el poder del parlamento y silenciar a la oposición, progresivamente fue evolucionando hacia posiciones más liberales hasta que en 1869 fue nombrado jefe de gobierno Émile Ollivier, de tendencias republicanas.[2] El año siguiente, una importante reforma hizo avanzar el Imperio hacia una monarquía parlamentaria, limitando el poder del emperador y aumentando el de las cámaras.
En el plano interior, el Imperio se caracterizó por la promoción del régimen a través de fastuosas puestas en escena que sobrepasaban el mero ámbito de la corte imperial. La llamada "fête impériale" ("fiesta imperial") quedó ejemplificada por las exposiciones universales de 1855 y 1867, la construcción del Nouveau Louvre, las reformas de París o los numerosos viajes que el Emperador y la Emperatriz realizaron a través de Francia y al extranjero. Dicha puesta en escena se vio acompañada, y en parte posibilitaba, por una auténtica bonanza económica en el contexto de la Segunda Revolución Industrial. Asimismo corrió paralela al desarrollo del pomposo estilo Napoléon III, un historicismo que mezclaba influencias del Renacimiento, del Barroco, del Rococó y del style Louis XVI; su más destacado ejemplo fue la Nouvel Opéra de Paris.
Respecto a la política exterior, Napoléon III, deseoso de tranquilizar a los otros estados europeos, proclamó “l’Empire c’est la paix” (”el Imperio es la paz”),[3] sin embargo, llevó a cabo una ambiciosa política internacional. Cabe destacar la intervención en la Guerra de Crimea (1854), en las Guerras italianas (1859) y la Expedición a la Conchinchina (1858-1862) como sus intervenciones más exitosas. Mientras que la Expedición de México (1862-1867) o la Crisis de Luxemburgo (1867), sellaron el declive imperial. El hundimiento del Imperio tuvo lugar como consecuencia de su clamorosa derrota durante la Guerra franco-prusiana (1870-1871): en la Batalla de Sedán, Napoléon III fue capturado y dos días después se proclamó su destitución y la instauración de la república en París.
Después de su caída, el Segundo Imperio fue ampliamente denostado por los políticos e ignorado por los historiadores, pero, desde los años 1970 vuelve a ser un periodo estudiado y reinterpretado desde una óptica más equilibrada.[4][5]