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La templanza, en su uso moderno, es definida como moderación o autocontrol voluntario.[1] Por lo general se la describe en términos de la abstención voluntaria de hacer algo que es perjudicial,[2]como por ejemplo el control de la venganza mediante la práctica de la no violencia y el perdón, la mitigación de la arrogancia mediante el cultivo de la humildad y la modestia, el dominio de los excesos como el lujo extravagante o el derroche, y el temple de la ira o el anhelo a través de la calma y el autodominio.[2]
La templanza ha sido descrita como una virtud por pensadores religiosos, filósofos y, en tiempo más recientes, por psicólogos, particularmente por el movimiento de la psicología positiva. La templanza cuenta con una larga historia dentro del pensamiento filosófico y religioso.
En la iconografía clásica la templanza ha sido representada a menudo como una mujer sosteniendo dos recipientes transfiriendo agua de uno a otro. Es una de las virtudes cardinales del pensamiento occidental y puede hallarse en la filosofía griega y en el cristianismo, así como en tradiciones orientales del budismo y el hinduismo.
La templanza es una de las siete virtudes dentro de la clasificación de la psicología positiva, junto con la sabiduría, el coraje, la humanidad, la justicia y la trascendencia.[3] Generalmente se caracteriza como el control de los excesos y se expresa a través de cualidades como la castidad, la modestia, la humildad, el autocontrol, la hospitalidad, el decorum, la abstinencia y el perdón; cada una de ellas supone reprimir el exceso de algún impulso, como el deseo sexual, la vanidad o la ira.
El término "templanza" también puede hacer referencia a la abstención del alcohol (abstemio), especialmente en relación con el Movimiento de la Templanza. También puede hacer alusión a la moderación del alcohol.