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La hipocondría o hipocondriasis es una condición en la cual el paciente presenta una preocupación excesiva con respecto a padecer alguna enfermedad grave. El origen del término hace referencia a una región anatómica, el hipocondrio, situada bajo las costillas y el apófisis xifoides del esternón, donde, según la escuela médica humoral, se creía que se acumulaban los vapores causantes de este mal.[1] La hipocondría es, en esencia, una actitud que el individuo adopta ante la enfermedad. La persona hipocondríaca se somete, constantemente, a un autoanálisis minucioso y preocupado, incluso obsesivo, de las funciones fisiológicas básicas, y piensa en ellas como una fuente de segura enfermedad biológica.[2]
La característica esencial de la hipocondría es la preocupación y el miedo o la convicción de padecer una enfermedad grave, a partir de la interpretación personal de alguna sensación corporal o de casi cualquier otro signo que aparezca en el cuerpo. Puede ocurrir, por ejemplo, con lunares, con pequeñas heridas, con la tos, incluso con los latidos mismos del corazón, con movimientos involuntarios o con sensaciones físicas no muy claras. Aunque el médico le asegure que no presenta enfermedad alguna, el hipocondríaco solamente se queda tranquilo durante un momento, pero su preocupación por lo general vuelve de nuevo.
La interpretación catastrófica, por parte del individuo, de los signos corporales más ínfimos es el mecanismo que desencadena la hipocondría. Se sabe que este trastorno afecta a menudo a ambientes familiares, es decir, que muchos miembros de una familia tienden a estar afectados. Hay familias que son especialmente sensibles y están muy inclinadas hacia la interpretación de los signos de enfermedad en todos los ámbitos de la vida. De esta forma, los miembros de la misma familia aprenden a interpretar negativamente cualquier signo corporal y lo asocian con angustia, miedo o ansiedad.
No debe descartarse la posibilidad de que una persona hipocondríaca esté realmente enferma. En muchas ocasiones lo que hace es centrar su atención en síntomas leves o imaginarios (mareos, dolor de cabeza, etcétera), y no en los verdaderamente importantes. Asimismo, el hipocondríaco, al centrar su atención emocional en una determinada función biológica, puede terminar por formar síntomas orgánicos reales (fenómeno psicosomático). El enfermo expresa así el efecto nocebo, es decir, la aparición de un síntoma somático causado por un proceso psíquico.[3]