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La toga era una prenda característica y distintiva de la Antigua Roma, consistente en una larga tela aproximadamente semicircular de entre 3,5 y 6 m de largo que se colocaba sobre los hombros y alrededor del cuerpo. Normalmente se tejía con lana blanca y se vestía sobre una túnica. Según la tradición romana, se decía que era la vestimenta preferida de Rómulo, el fundador de Roma, y que la vestían ambos sexos y los ciudadanos militares. A medida que las mujeres romanas fueron adoptando la stola, la toga se convirtió en una prenda formal para los ciudadanos romanos varones.[1] Las mujeres que ejercían la prostitución, que podían utilizar la toga muliebris, serían la principal excepción a esta regla.[2][3] El tipo de toga utilizada reflejaba el rango de un ciudadano en la jerarquía civil. Diversas leyes y costumbres restringían su uso a los ciudadanos, a quienes se les exigía que la usasen en fiestas públicas y deberes cívicos.
Desde sus probables comienzos como una prenda de trabajo sencilla y práctica, la toga se volvió más voluminosa, compleja y costosa, y cada vez más inapropiada para cualquier otra cosa que no fuera el uso formal y ceremonial. Estaba y está considerado como el «traje nacional» de la antigua Roma; como tal, tenía un gran valor simbólico, pero era difícil de colocar, incómodo y complicada de llevar correctamente, y nunca fue verdaderamente popular. Cuando las circunstancias lo permitieron, los que tenían derecho u obligación de usarla optaron por prendas más cómodas e informales. Poco a poco fue cayendo en desuso, primero entre los ciudadanos de la clase baja y luego entre los de la clase media. Con el tiempo, fue utilizada solamente por las clases más altas en ocasiones ceremoniales, y hacia el siglo V, había sido reemplazada como traje oficial por el más práctico pallium y la paenula.