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Se llama oráculos caldeos a unos textos fragmentarios del siglo II d. C. consistentes principalmente en comentarios griegos a un único poema (que pueden haber sido compilaciones de varias fuentes oraculares, a juzgar por los cambios de tema aleatorios) que se cree procede de la región de Caldea (centro de Mesopotamia, incluida Babilonia). Parecen ser una combinación sincrética de elementos neoplatónicos con otros de origen persa o babilónico. Filósofos griegos, como Proclo y Yámblico, los tenían en alta estima. Cuando los Padres de la Iglesia y otros escritores de la Antigüedad Tardía aluden a «los caldeos», se refieren probablemente a esta tradición.
Un análisis de los oráculos caldeos demuestra una similitud con las enseñanzas neoplatónicas de la época: el esquema metafísico de los oráculos caldeos comienza con una deidad absolutamente trascendente llamada Padre, con quien reside el Poder o dynamis, un principio productivo del que parece proceder el Intelecto. Este Intelecto tiene una doble función: contemplar las Formas del dominio puramente intelectual del Padre, y fabricar y gobernar el dominio material. En esta última función el Intelecto es Hécate.[cita requerida]
De Hécate procede el Mundo-Alma, del que a su vez emana la materia y el orden de la Naturaleza, gobernadora del dominio sublunar[1] De la Naturaleza procede el Destino, que capaz de esclavizar la parte inferior del alma humana. El objetivo de la existencia humana es entonces purificar el alma inferior de todo contacto con la Naturaleza y el Destino llevando una vida de austeridad y contemplación. La iniciación se logra mediante un ascenso a través de las esferas, durante la cual el alma se deshace de varios aspectos de su parte inferior, y se convierte en intelecto puro.[cita requerida]
En esta función de barrera, o más apropiadamente «alma», Hécate separa dos «fuegos», esto es, el fuego puramente intelectual del Padre y el fuego material del que se creó el cosmos, y media toda la divina influencia sobre el dominio inferior. [cita requerida] En la base de todo está la Materia creada, hecha por el Intelecto Demiúrgico. La materia más alejada del Dios Altísimo (el Primer Padre o Uno) era considerada una densa cáscara desde la que el alma iluminada debe surgir, desprendiéndose de sus prendas corporales. Se recomienda una combinación de conducta ascética y ritual correcto para liberar el alma de la reclusión y las limitaciones de la materia, y para defenderla contra los poderes demoníacos que acechan en algunos de los reinos entre los Dioses y los mortales.[2]