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Intelectual es el que se dedica al estudio y la reflexión crítica sobre la realidad, y comunica sus ideas con la pretensión de influir en ella, alcanzando cierto estatus de autoridad ante la opinión pública.[1] Proveniente del mundo de la cultura, como creador o mediador, interviene en el mundo de la política al defender propuestas o denunciar injusticias concretas, además de producir o extender ideologías y defender unos u otros valores.[2]
La intelectualidad es el colectivo de intelectuales, agrupados en razón de su proximidad nacional (intelectualidad española, francesa, etc.) o ideológica (intelectualidad liberal, conservadora, progresista, revolucionaria, reaccionaria, democrática, fascista, comunista, etc.).
El término fue acuñado en Francia durante el llamado affaire Dreyfus (finales del siglo XIX), inicialmente como un calificativo peyorativo que los anti-dreyfusistas (Maurice Barrès o Ferdinand Brunetière) utilizaban despectivamente para designar al conjunto de personajes de la ciencia, el arte y la cultura (Émile Zola, Octave Mirbeau, o Anatole France) que apoyaban la liberación del capitán judío Alfred Dreyfus acusado injustamente de traición.
Con posterioridad, su uso se hace habitualmente con connotaciones positivas, al estar dotado socialmente de un valor de prestigio asociado a la atribución de un intelecto o inteligencia superior a quienes son identificados con el término; y sobre todo, al entenderse que la actividad pública de los intelectuales que previa o simultáneamente se dedican al pensamiento tiene una dimensión y una repercusión que se consideran muy valiosas, y que confieren altos valores humanísticos a quien ejerza tal función (responsabilidad, altruismo, solidaridad, etc.), especialmente cuando lo hace elevando el nivel intelectual del público que lo recibe, sin manipularlo ni caer en el populismo o el paternalismo condescendiente.[3]
El factor determinante en la consideración de un pensador (filósofo, científico, escritor, o artista) como intelectual es su grado de implicación o compromiso (engagement) con la realidad vital de su época. Como derivación de ello, la interferencia de los intereses y de las distintas opiniones y opciones ideológicas, políticas y sociales, hace que la aplicación del término dependa del grado de afinidad que tenga quien lo aplica con respecto al sujeto en cuestión.
En otras ocasiones, el uso del término, o la valoración del propio concepto, puede ser también negativa, identificando a la intelectualidad con el establishment.
Crítica que implica la existencia de otro tipo de intelectuales: